lunes, 3 de enero de 2011

Siempre cuenta, una y otra vez, lo mismo,
aquella caída histórica, de espaldas, sin amarras,
al estar colocando un aire acondicionado.
Sintió todo el peso de la ingravidez,
en esos microsegundos, en esos cincuenta metros.
Sudoración, aceleradas pulsaciones,
y hasta se le clavó una mueca,
que todavía mantiene en la expresión
de cuando su cuerpo se preparaba
para dejar de ser.
S.F.

4 comentarios:

Laura dijo...

Sucinto, contundente y sobrecogedor. Me gustó mucho tu escrito breve.
cariños, L

GL dijo...

Muy bueno, dejar de ser y poder contar el cuento.

Sergio Fombona dijo...

Gracias, Laura, por tu generoso comentario.
Saludos.

Sergio Fombona dijo...

Por suerte es ficción, no me gustaría vivir una situación semejante. Gracias por el comentario, saludos.