Por un microsegundo la mirada de Hugo se comunicó a través del grueso vidrio con unos intensos ojos cafés. No le surgió levantarse de su mesa, ni siquiera girar la cabeza para acompañar el desplazamiento de la chica, pese a haber sentido algo especial en ese ínfimo intercambio ocular. Recién con el paso del tiempo, Hugo aprendería que en la vida ninguna situación se repite, y que la palabra destino se va forjando sobre un sinuoso eje, afirmado en coincidencias semejantes a la experimentada aquella soleada mañana de agosto.
S.F.
2 comentarios:
hace mucho no venía por acá, y me trajo facebook. Me gustó el modo sintético de describir algo que nos atraviesa, aunque nada agradable cuando es certeza... gracias Sergio por compartir.
Gracias, Mariní, por leer y dejar un comentrio, que para mí siempre resulta constructivo, saludos.
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