martes, 15 de marzo de 2022

Sumando fracasos

En un breve período –no llegó al año-, este ofidio aprendiz de zancudo desperdiciaba mañanas en un feo bar de estación de servicio en el barrio de Monserrat, porque la sola aproximación a Dulce Silvita le generaba una recompensa dopamínica similar a las que surgían de sus vicios sociales; aunque al tenerla cerca se sintiera un despojo que trasporta el mar y finalmente encalla en la orilla. “Los seres cerriles parecen rayanos con la verdadera naturaleza de la vida”, garabateaba al verla moverse entre escasas mesas, bajando la vista para esconder su indisimulable y envolvente deseo por poseer a Dulce Silvita, que lo amarraba como a manso equino, sumía, rebajaba a la nada misma. “El tiempo es la diáspora perfecta, eterno repicar, zona insular donde todo termina…”, apuntaba sin pausa, pese a que sus más preciados pensamientos estuviesen dedicados a Dulce Silvita quien, indiferente a lo que ocurría a su alrededor –incluyéndolo-, llevaba adelante sus tareas con total antipatía. 
Un martes lluvioso, haciendo abuso del glosario de la calle, Dulce Silvita le advirtió a esta proverbial lagartija de feria pueblerina: Borgecito, salté la treintena y tengo cuatro boquitas para alimentar. ¡Carancho!, exclamé para mis adentros, así no hay pucherito de gallina que alcance. Pero algo movía en mí su andar patizambo con calzas de color cítrico, las manitos regordetas y la pintura de uñas saltada, ese perfume económico que pegándose al efluvio de su cuerpo alcanzaba una fragancia muy suya. 
Seguí concurriendo, entusiasta, a tomar mis cafés dobles y alguna copita -acaso atraído ociosamente por aquello que dejara al descubierto su cortísima falda áurea-, hasta un calamitoso mediodía cuando le confesé: “Perdón, Silvita, me carcome una duda…” Y, sin permitirme contarle cuál era, espetó: Si querés pasá pal biorsi de nenas, te saco hasta la última duda, y ahí mismo plantó sobre la fórmica una dentadura casi nueva. Borgecito, sin delantera raspo menos, dijo, resumiendo, y me guiñó un ojo. Quedé como un genuino lagarto bobo, de esos a los cuales cazan con facilidad, ya que están durmiendo un sueño pánfilo, acunado por pastillas coloridas, papá. 
S. F.

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