Triste secuela
del embrutecimiento
cotidiano
es la prueba
de que el mal nunca
descansa
y ese vulgar
castigo supremo
está lejos de ser
la muerte
por el contrario
es este ilusorio residir
maniatados por las
circunstancias
que impiden toda reacción
y ni siquiera
en último caso
nos permite sentir
indiferencia.
S.F.
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