jueves, 22 de diciembre de 2016

Némesis de la memoria

No sé si vale la pena ni tampoco con qué finalidad voy a dejar sentada por escrito esta pequeña experiencia de anuro, pero vuelve a zumbar en mi mollera osificada como recurrente melodía nostálgica. Se dice que a corta edad ciertos sucesos se consolidan impactando en nuestro carácter, no obstante es tan llanamente absurda, nimia de toda nimiedad mi anécdota, que una sombra de vergüenza la estorba y nubla, impidiéndole rebobinar mi pretérito a esa zona crepuscular del cerebro primitivo donde tintinea vagamente, clausurando pasillos y conectores repletos de archivos neuronales. Bicéfala y olímpica, la maquinaria siempre separa con empírica rapidez, desdeñando casi sin pensar aquello que uno quisiese retener, aunque sólo sea por capricho. Así se disloca descontrolada y ya no se puede sujetar ni por un segundo más nuestra escuálida chispa vivencial, que seguirá su curso hacia los fondos sombríos del vacío de la mente, de donde tal vez jamás regrese.
Dado el caso puntual, me siento autorizado para aseverar que lo peor en estos procesos no es la tozudez de una memoria recelosa ni mucho menos, lo verdaderamente infame y contaminante en todo el sentido de la palabra es la lucha interna desigual, porque esa pobre evocación microscópica debe de enfrentarse solita a un sistema censor que selecciona situaciones gloriosas en permanente desmedro de aquellos tímidos hechos, siendo generoso en la calificación al adjetivar a estos últimos.
Para concluir, después de haber garabateado en vano media página tratando de revelar ese piojoso recuerdo que me había propuesto contar con lujo de detalles, y poniéndome en el lugar de esa humilde contingencia momentáneamente olvidada, advierto que no estoy para ninguna remembranza, y guay que me vengan con la nula excusa trilladísima de que el sufrimiento te hace crecer o te vuelve artista, semejante tontería cuéntesela a los batracios de charco, a mí me fortalece un buen plato de sopa, buseca de mondongo bajada con un pingüino tinto de la casa, y ya que estamos flan mixto de vainilla bien cargado, ¡qué joderse!    
S.F.

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