jueves, 23 de junio de 2016

Cardenal

Serenamente ajustaba sus fúlgidos penachos, el gorro frigio cubriéndole la frente, adivinando desde esa alta montaña a pastores de pie en la quebrada rocosa, mujeres del pueblo con sus vestidos de domingo, al rechoncho dibujante que en carbonilla inmortalizaría la hazaña. Cómplices de su locura, la sonrisa se adueñaba del paisaje cuando se arrojó y las alas respondieron, el entusiasmo le colmaba el pecho en ese glorioso planeo. Aunque un repentino cambio de brisa lo obligó a virar hacia un flanco, enseguida consiguió enderezar el brusco descenso. Saboreaba aire límpido, le golpeaba la cara desnuda, aleteando para sostenerse seguro de que aquella plenitud se acercaba a la felicidad. Pero un viento del este, soplando con más fuerza, finalmente lo desplumó. Tendido boca arriba sobre la hierba, miles de plumas de avestruz esparcidas por la quebrada, quedará flameando para siempre en el recuerdo colectivo su brevísimo y memorable vuelo escarlata. 

S.F.

No hay comentarios: