sábado, 6 de febrero de 2021

Stud free pub

 

Capital Federal, 1985 

Situada en el viejo barrio de Belgrano, a metros del paso bajo nivel de avenida del Libertador en su empalme con la calle Pampa, precedida por un amplio jardín, las paredes cubiertas de enredaderas que trepaban hasta el techo de tejas, aquella antigua construcción de estilo inglés seguramente habría sido una caballeriza y ahora, reciclada, en contrasentido de lo que debiese ocurrir, podía albergar a escaso público. En su húmedo interior contaba con una pequeña barra y a la derecha habían quedado dos puertas box pintadas de negro que permanecían siempre cerradas, al fondo del local el escenario elevado apenas un pie del piso se apoyaba contra un paredón con blanqueados ladrillos a la vista. Si no recuerdo mal ese domingo temprano por la noche tocaban Trixy y Los Maniáticos como única banda. Yo había ido con una loca a la que llamábamos “Mine”, abreviatura de Minerva, no porque pareciese una diosa, fue “rebautizada” por la acidez de sus respuestas que le valieron el apelativo del conocido jugo de limón. Ni bien entramos chilló en voz alta: “Qué grasa”, refiriéndose al baterista de Riff, Michel Peyronel, que hablaba con su hermano Danny quien dijo algo en un español afrancesado, y Michel le sonrió abriendo la campera de cuero para mostrarle su remera colorida con una inscripción en inglés. Traté de arrastrarla de la mano y Stuka, ex bajista y guitarrista de Los Violadores, que era el compañero de Trixy, nos miró extrañado. “Mine, no empecés”, me salió paternalmente, aunque le llevara sólo un año. “Quiero beber”, respondió. Sonaba fortísimo Red London, un “temazo” de los irlandeses Sham 69, cuando pedimos Piel de Iguana con mucho vodka, y esta vez Mine me contó al oído que detrás nuestro se encontraban el manager “Mundy” Epifanio y su hermano “Mini” haciendo sociales. Apenas di media vuelta vi también a la productora Laura Narvax charlar animadamente con su tocaya Laura Ramos (hija del dirigente de izquierda Jorge Abelardo Ramos) quien se encargaría de escribir crónicas de la noche capitalina para el positivo Suplemento Joven del diario Clarín llamado Sí, que saliera ese mismo año. Con el local lleno saltaron al escenario Los Maniáticos platenses que, al poco tiempo, ya sin Trixy, seguirían recorriendo antros usando el mismo nombre, y largaron el primer tema. Mine, secretamente, admiraba y envidiaba a Trixy, y apenas si conseguía tratar de emularla en la vestimenta, por eso se calzaba medias negras de red, minifalda de jean haciendo juego con la campera y también le copiaba el corte de pelo. A los segundos apareció Trixy con su habitual despliegue de energía, cantando a grito pelado, competía en presencia con Roxana, su flaquísima guitarrista de aspecto masculino, que llevaba ajustadísimos pantalones de cuerina roja y despertaba comentarios en aquel público encantador. Mine no tardó en señalar: “Son pareja”. En medio de esa concurrencia “farandulesca” del nuevo rock nacional, cuando algunos fanáticos hacían pogo frente al escenario, de pronto, Mine, amparada por la semioscuridad, arrojó su vaso vacío de trago largo apuntando a Trixy, pero fue a dar justo en la cara del baterista. Por obra y gracia de la pericia de éste el tema no se interrumpió pese a que el bueno de Gustavo sufrió un pequeño corte. “Sos una pelotuda”, le grité al oído zarandeándola con fuerza del brazo, y ella respondió: “La voy a matar”. No tengo manera de pararla sin quedar expuesto, pensaba, preocupado, perdiéndome el show. Entonces Mine le pidió un cigarrillo al “punkito” que tenía al lado y vislumbré mi oportunidad para alejarme. Como quien no quiere la cosa me escabullí hacia la barra y acodé ordenando gin con vodka. Trixy entonaba su tercer tema en el momento en que voló un cigarrillo encendido pegándole sobre su ojo derecho. Dio un gritito dejando de cantar para frotarse y ahí sí vi cómo brotaba del mismísimo público una “punki” enorme que le colocó un puñetazo a Mine en pleno rostro. Tuve que sacársela de encima y llevármela del lugar ante la atenta mirada de los concurrentes porque le sangraba la nariz y esa “punki” persistía esgrimiendo una púa con serios fines de dañarla del todo. “Putas lesbianas” fue lo único que repetía Mine tratando de reducir la hemorragia con su remera negra, mientras volvíamos en taxi con destino a la parte habitada de la Chacarita. 

Esta crónica pertenece al libro: Aguafuertes de los ochentas, 2014.
S.F.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bueno!!!!

Unknown dijo...

Muy bueno!!!!

Sergio Fombona dijo...

Gracias por leer y dejar tu comentario, saludos.