Hay
una mirada que subyace,
alguien,
en silencio,
camina
entre la gente,
es
la mirada de quien no debe demostrar nada
ni
lleva pretensión de destacarse.
No
es bueno ni malo
tampoco
necesita protección,
cometió
infinidad de errores
y
muchos nunca se los perdona,
por
eso tampoco se cree superior.
Avanza
sin bajar la vista, solamente observa,
con
percepción contemplativa,
su
autoridad se representa
en
el brillo de los ojos,
donde
se percibe una conciencia tranquila.
La
miseria no le es ajena
pero
conserva su dignidad a rajatabla,
consciente
de que la vida es compartir,
perder,
aceptar y bastantes veces no ver,
aunque
se niega a juzgar.
Pisa
el suelo sin temor
respetuoso
del dolor ajeno,
los
posibles aciertos
y
contados placeres,
lo
hacen feliz de a ratos.
Sostiene
el andar relajado
de
aquellos que sueñan utopías,
componen
remansos en la tormenta
y
que todavía suelen asombrarse
descubriendo
mundos ignorados.
S.F.
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