sábado, 16 de abril de 2016

Azul oscuro

El comisario P. estaba orgulloso de su familia, siempre les hablaba a los subalternos de que había logrado “la parejita” y de que Marina era lo mejor que le podía haber pasado en la vida. Pero todos sabían que hacía llevar a su oficina a los presos jóvenes para usar sus “dos pistolas de la ley”, como le gustaba decir, una para la sien y la otra para la boca, explicaba el comisario P. con sonrisa burlona.
S.F.

No hay comentarios: