castañetean vértebras, inasibles colofones
el ánimo dormita envuelto en mantas pesadísimas
y hasta la risa suele quedar atragantada.
Perseverar siempre, abrir puertas
salteando pliegos de horas apelmazadas
arrugas del tiempo que anuncian hoscos pasados
aquellas siluetas morosas nos anteceden
en el rito diario de avanzar sin saber.
Acaso sea el embrujo de los días soleados
ese aroma agridulce, recodos del alma
espectadores solícitos aliados a las cosas
suprema e inútil pretensión de sostenerse.
S.F.
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