Uno debe inventarse un suelo donde hacer pie,
y dentro de lo posible, mantenerlo,
marchar siempre, mejor hacia adelante.
Aunque también convendría
inventarse un camino sobre ese suelo,
larguísimo, casi sin fin, y errarlo siempre recto,
mirando a la distancia.
Entonces habría que inventarse un panorama,
donde siempre estén clavados,
sucediéndose, el sol y la luna,
en el cual haya nubes de algodón y celestial firmamento,
por las noches azul profundo, titilantes constelaciones.
Valdría la pena, además, inventarse un Yo para poder ser
y siempre buscar armonía,
descubrir, en el silencio, a quien nos completa.
Pero sería absolutamente fundamental
inventarse un destino
florido y rimbombante,
poblado de tañidos y aplausos
y nunca desorientarse, siempre ir,
orgulloso, sin pestañar, de cara al temporal.
y dentro de lo posible, mantenerlo,
marchar siempre, mejor hacia adelante.
Aunque también convendría
inventarse un camino sobre ese suelo,
larguísimo, casi sin fin, y errarlo siempre recto,
mirando a la distancia.
Entonces habría que inventarse un panorama,
donde siempre estén clavados,
sucediéndose, el sol y la luna,
en el cual haya nubes de algodón y celestial firmamento,
por las noches azul profundo, titilantes constelaciones.
Valdría la pena, además, inventarse un Yo para poder ser
y siempre buscar armonía,
descubrir, en el silencio, a quien nos completa.
Pero sería absolutamente fundamental
inventarse un destino
florido y rimbombante,
poblado de tañidos y aplausos
y nunca desorientarse, siempre ir,
orgulloso, sin pestañar, de cara al temporal.
S.F.
2 comentarios:
cuánta necesidad tenemos, a veces, de que la armadura nos sostenga erguidos, no?
y cuánta liviandad logramos, en cambio, cuando conseguimos andar por cualquier sendero en el que no hay lugar para armaduras
(hola, llegué acá desde otras tierras en las que dejaste la pista de tus escritos, que empezaré a leer ahora)
De eso se trata. Gracias, Betina, por tomarte la molestia de hacer un comentario. Saludos.
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