jueves, 26 de febrero de 2009

Adiós

No tengo nada que perder, le confesé, cuando el barco zarpaba y los pañuelos se agitaban como en días de kermés. Cualquiera podía notar su seriedad entre tantas sonrisas y lágrimas blancas de felices partidas con promesas de regreso.
Mi cara y mis pasos la acompañaron hasta el final; mentira, siempre. Lento trayecto ventoso de rompientes y gusto salado al tragar la intragable saliva de la angustia oculta. Me había dibujado a lápiz la mueca que tal vez creyó, ya no debiera tener importancia. ¿Quién era esa mujer? Una espina incrustada en mi pie descalzo, la llaga febril entre mis dedos, seca herida que aquella filosa piedrita me abriera, al caminar con la vista perdida en el horizonte, esa tarde en el muelle.
La vi de nuevo, la vi en los ojos, estuvo a mi lado ayer en una heladería, frente al espejo. Fingió que bebía agua helada para no mirarme, llevaba vestido suelto y sandalias, a pesar de que estamos en el mes de enero, pleno invierno.


S.F.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Leerte me devolvió las ganas de escribir.
Gracias por lo que aquí publicás.
A.R.

Sergio Fombona dijo...

Me hace bien tu franqueza, todos buscamos algo en otros textos, de eso se trata la literatura. Gracias a vos por tomarte la molestia de escribir un comentario. Saludos.

juan Ignacio dijo...

Muy buenos textos Sergio. Esta claro la impaciencia incontrolada de volcar lo que tenes adentro. Hay una historia en cada vuelta de la esquina, el tiempo pasa, no debemos perder el hilo conductor.
Te felicito, te mando mi mas sincero abrazo.

Sergio Fombona dijo...

Gracias, Juan Ignacio, por tus comentarios. Cuando uno escribe, aunque sea un texto breve, no debe guardarse nada. Te mando un abrazo.