Mecánica
No se termina nunca, a la final nunca se termina. Si después de todo qué te van a dar, unos cuantos huesos te van a dar. Yo ya me olvidé. Qué querés, hasta de lo que me hizo me olvidé. A mí, justo a mí rajarme a lo chorro, yo que siempre laburé como un burro. Porque ella estudiaba, decía, pero iba por las pintadas. No te digo, si va a terminar por tener razón nomás. Yo, calladito me recibí de técnico mecánico, abrí el taller y no me veían en todo el día. Molido quedaba. Ma qué facultad, facultá de repetir pelotudeces y así le fue. A mi vieja la llamaba sanguchito, se la pasaba pendiente de aquélla. Si venía, si iba. Tomá, llevateló, estás muy delgada nena, le decía. Dale con el paquetito. Le va a venir al pelo por si cae en cana, bromeaba yo..., sabía de sobra que estaba en los fierros. Y fijáte, tarde o temprano..., temprano me raspó. Doy gracias a Dios que a la vieja ni la tocaron. Torré en la yeca, lastré mierda, no se la perdono. La vieja hincha con que gracias al trolo ése, un melenudo amigo de aquélla, salvé el pellejo. Y vos sabés, si nos conocemos de chicos, Cacho, qué voy a tener que ver... Allá me iba al estadio Jalisco, la cancha de las Chivas rayadas de Guadalajara, guardalajarra, un equipito. Ni te imaginás... En fin..., suerte que la tenía a tu mamá, y a tu papá. Yo no digo estuvo bárbaro lo que hicieron los milicos, pero también, si los que estaban antes ya andaban cueteando gente. Meta tiro y bomba, qué mierda, si el ispa era un quilombo. No, che, oíme... Si sos maestro y te toca un grado donde hay más pibes loquitos que mansitos, no digo burros y piolas, bochincheros tampoco, esos que no atienden, no pasan bola, cómo los parás. Sacás a los peores al patio a tomar fresco, fletás a diez a la dirección, suspendés al grado completo. Echás a uno y los padres te encaran al día siguiente y capaz hasta te despiden a vos. No, escuchá, de entrada hay que hacerles entender quien manda. Si hay que pegar se pega y a otra cosa. Un buen bife a tiempo para el hambre. Mi viejo lo decía, se morfó la segunda guerra. Sí, nos peleábamos seguido con aquélla. Le llevaba cuatro años. Todavía no me explico cómo hacía, guacha, habilidá le llaman, porque a lo último siempre salía perdiendo yo. Claro, me apené; era mi hermana. Recuerdo una vuelta en la Ciudad de los niños, el viejo estaba vivo... Ves, ahí tenés, si la hubiese cazado él, con un par de sopapos le sacaba las ganas de hablar de patria socialista, proletariado..., gansadas que le metían en la facultad. Ah, si, te contaba de la Ciudad de los niños. Era un carnaval, no se me viene el año... Había un trencito, te paseaba por todos lados, y ni bien nos bajamos aparecieron unos payasos. No sabés, sonaba fuerte la música y nos hacían cantar, armaban rondas. Había una calesita y muchos juegos, te hacían aplaudir, levantar brazos, saltar, giladas para pibe. Y en una de esas un lobo grandote me toca la cabeza. Me pishé encima del susto. Pero podés creer que mientras yo lloraba abrazado a mi vieja, aquélla se le prendió de la cola y se la arrancó. Al rato me hicieron ver, era un tipo disfrazado. Che, ¿te tomás otra? Allá había cantidad de marcas, muchas norteamericanas, te ayudaban a extrañar la Quilmes..., meo enfriado. Claro..., estamos en el ochenta y cuatro, sí, justo el mes que viene cumpliría veintiocho pirulos aquélla. No es novedad que le tuviste ganas, Cacho, somos grandes. Está bien. Seguro, eso también es cierto, por ahí tenía razón en serio. Iba al comercial, segundo o tercero me supongo..., centro de estudiantes y esas historias, pendeja. Por aquella época trajo de la calle una caja llena de gatos. Sanguchito la apañaba. Yo me hice el burro, para qué. Primero el gaterío, otra vuelta el perro sarnoso y después te figurás..., meterse a las villas. Sí, el sábado es la misa número siete. Cuándo no, en la parroquia, a las ocho de la matina. ¿Vas a venir en esa batata? Haceme caso, largalo ahora que podés, o dentro de poco le vas a estar hiendo medio ajuste. Tarifa de amigo. No jodás, mitá de precio. Oíme, chambón, te llamé... No, hay un tipo que se aparece desde hace un par de años. Nada que ver. Uno flaquito, barbudo, campera naranja, sí, el mismo. Bue, no falta. Raja antes. No sé quién carajo es. Mirá, lo tengo estudiado: te parás afuera campaneando, y si lo ves entrar te le ponés a unos metros. Yo me acerco y le invito un feca. Capaz, quien te dice aporta algo, arrima un buen dato. Fijáte que alegría para la pobre vieja. Porque yo, la verdad, sigo confundido. Conociéndola a aquélla, por ahí está lo más chota, con tal de no dar el brazo a torcer. Me volví en la primera de cambio porque no aguantaba..., lavando copas, culpas que no eran mías. Dejame. Ni mate, ni ginebra, ni buen fulbo. Si a la final va a terminar por tener razón aquélla, y yo en orsai, te das cuenta.
No se termina nunca, a la final nunca se termina. Si después de todo qué te van a dar, unos cuantos huesos te van a dar. Yo ya me olvidé. Qué querés, hasta de lo que me hizo me olvidé. A mí, justo a mí rajarme a lo chorro, yo que siempre laburé como un burro. Porque ella estudiaba, decía, pero iba por las pintadas. No te digo, si va a terminar por tener razón nomás. Yo, calladito me recibí de técnico mecánico, abrí el taller y no me veían en todo el día. Molido quedaba. Ma qué facultad, facultá de repetir pelotudeces y así le fue. A mi vieja la llamaba sanguchito, se la pasaba pendiente de aquélla. Si venía, si iba. Tomá, llevateló, estás muy delgada nena, le decía. Dale con el paquetito. Le va a venir al pelo por si cae en cana, bromeaba yo..., sabía de sobra que estaba en los fierros. Y fijáte, tarde o temprano..., temprano me raspó. Doy gracias a Dios que a la vieja ni la tocaron. Torré en la yeca, lastré mierda, no se la perdono. La vieja hincha con que gracias al trolo ése, un melenudo amigo de aquélla, salvé el pellejo. Y vos sabés, si nos conocemos de chicos, Cacho, qué voy a tener que ver... Allá me iba al estadio Jalisco, la cancha de las Chivas rayadas de Guadalajara, guardalajarra, un equipito. Ni te imaginás... En fin..., suerte que la tenía a tu mamá, y a tu papá. Yo no digo estuvo bárbaro lo que hicieron los milicos, pero también, si los que estaban antes ya andaban cueteando gente. Meta tiro y bomba, qué mierda, si el ispa era un quilombo. No, che, oíme... Si sos maestro y te toca un grado donde hay más pibes loquitos que mansitos, no digo burros y piolas, bochincheros tampoco, esos que no atienden, no pasan bola, cómo los parás. Sacás a los peores al patio a tomar fresco, fletás a diez a la dirección, suspendés al grado completo. Echás a uno y los padres te encaran al día siguiente y capaz hasta te despiden a vos. No, escuchá, de entrada hay que hacerles entender quien manda. Si hay que pegar se pega y a otra cosa. Un buen bife a tiempo para el hambre. Mi viejo lo decía, se morfó la segunda guerra. Sí, nos peleábamos seguido con aquélla. Le llevaba cuatro años. Todavía no me explico cómo hacía, guacha, habilidá le llaman, porque a lo último siempre salía perdiendo yo. Claro, me apené; era mi hermana. Recuerdo una vuelta en la Ciudad de los niños, el viejo estaba vivo... Ves, ahí tenés, si la hubiese cazado él, con un par de sopapos le sacaba las ganas de hablar de patria socialista, proletariado..., gansadas que le metían en la facultad. Ah, si, te contaba de la Ciudad de los niños. Era un carnaval, no se me viene el año... Había un trencito, te paseaba por todos lados, y ni bien nos bajamos aparecieron unos payasos. No sabés, sonaba fuerte la música y nos hacían cantar, armaban rondas. Había una calesita y muchos juegos, te hacían aplaudir, levantar brazos, saltar, giladas para pibe. Y en una de esas un lobo grandote me toca la cabeza. Me pishé encima del susto. Pero podés creer que mientras yo lloraba abrazado a mi vieja, aquélla se le prendió de la cola y se la arrancó. Al rato me hicieron ver, era un tipo disfrazado. Che, ¿te tomás otra? Allá había cantidad de marcas, muchas norteamericanas, te ayudaban a extrañar la Quilmes..., meo enfriado. Claro..., estamos en el ochenta y cuatro, sí, justo el mes que viene cumpliría veintiocho pirulos aquélla. No es novedad que le tuviste ganas, Cacho, somos grandes. Está bien. Seguro, eso también es cierto, por ahí tenía razón en serio. Iba al comercial, segundo o tercero me supongo..., centro de estudiantes y esas historias, pendeja. Por aquella época trajo de la calle una caja llena de gatos. Sanguchito la apañaba. Yo me hice el burro, para qué. Primero el gaterío, otra vuelta el perro sarnoso y después te figurás..., meterse a las villas. Sí, el sábado es la misa número siete. Cuándo no, en la parroquia, a las ocho de la matina. ¿Vas a venir en esa batata? Haceme caso, largalo ahora que podés, o dentro de poco le vas a estar hiendo medio ajuste. Tarifa de amigo. No jodás, mitá de precio. Oíme, chambón, te llamé... No, hay un tipo que se aparece desde hace un par de años. Nada que ver. Uno flaquito, barbudo, campera naranja, sí, el mismo. Bue, no falta. Raja antes. No sé quién carajo es. Mirá, lo tengo estudiado: te parás afuera campaneando, y si lo ves entrar te le ponés a unos metros. Yo me acerco y le invito un feca. Capaz, quien te dice aporta algo, arrima un buen dato. Fijáte que alegría para la pobre vieja. Porque yo, la verdad, sigo confundido. Conociéndola a aquélla, por ahí está lo más chota, con tal de no dar el brazo a torcer. Me volví en la primera de cambio porque no aguantaba..., lavando copas, culpas que no eran mías. Dejame. Ni mate, ni ginebra, ni buen fulbo. Si a la final va a terminar por tener razón aquélla, y yo en orsai, te das cuenta.
S.F.
Del libro de cuentos: "La vida muerde". Ediciones Simurg, 2004.
2 comentarios:
Es espontàneo y profundo,es poco suceptible de ser abordado sin terminarlo..hablemos claro..impacta como todo lo suyo Fombona, y a un lector improvisado o no...hay opciòn?
Usted hace uso de su escritura sin especulaciones.
Me gusta..y mucho.
Gracias por tu comentario. Saludos.
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