La puerta principal de aquella casona cercana a la playa se abrió de par en par y un alazán entró relinchando de pavura; todavía jadeante, el hocico tenso, sus fauces abiertas mostrando los dientes, quedó inmóvil en el centro mismo del living, donde a la luz de una alta lámpara de pergamino brillaban los cuerpitos rayados de dos Mastacembélidos, quienes se quedaron boquiabiertos, sumidos en la contemplación a través del vidrio de tan imponente cuadrúpedo.
S.F.
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